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Dos años

Fotografía de Gustavo Marco, en su perfil de Instagram, que puedes ver aquí: http://bit.ly/insta-gmarco-cisnes
«Sólo dos años» o «dos años ya» son conceptos aparentemente contradictorios que, sin embargo, ellos ven compatibles. Son espacios temporales que no dependen del paso de días, semanas o meses; dependen, si queréis saberlo, de los latidos del corazón. O de los kilómetros recorridos en uno y otro sentido o de las horas compartidas a través de un teléfono. O de aquella tarde de domingo en la que se quedaron dormidos con la aplicación de vídeollamada abierta, recuerda ella aquella tarde de aquel domingo.
Dos años ya, dicen algunos, que son tres, comentan quienes enumeran sus momentos. Que se pueden limitar a uno, si lo cuentan otros. Pero que, sonríen ellos, es toda la vida, porque, ¿cómo son esos versos que dicen que todo lo vivido es una preparación para llegar al otro?
¿Existen esos versos? ¿o me los he inventado?
En realidad no importa si existen. Lo importante es que es cierto, sí, que todo lo vivido fue el camino que les llevó al otro.
Su tiempo se mide por cruces en un calendario.
Sus días se miden por cruces en un calendario. Tacha el tiempo con rotulador permanente para llegar al tiempo que importa. Los días que pasan se olvidan o almacenan; todavía faltan algunos para llegar a los días que marcan la piel. Para alcanzar el día en que se cubra el hueco vacío de la cama, ese al que da la espalda cada noche; ese, en cambio, en el que se acurruca cuando tiene frío aunque haga calor porque, fantasea, guarda todavía el espacio de ese cuerpo por el que marca cruces un calendario.
Que toda plenitud me sepa a poca
¿Para qué sirven los premios literarios? Para conocer a poetas como Antonio Carvajal, Premio Nacional de Poesía 2012 por el poemario Un girasol flotante.
Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida
que esta maravillosa libertad de quererte.
Ser libre en este amor más allá de la herida
que la aurora me abrió, que no cierra la muerte.
Porque mi amor no tiene ni horas ni medida,
sino una larga espera para reconocerte
sino una larga noche para volver a verte,
sino un dulce cansancio por la senda escondida.
No tengo sino labios para decir tu nombre;
no tengo sino venas para que tu latido
pueda medir el tiempo sin soledad un día.
Y así voy aceptando mi destino, el de un hombre
que sabe sonreírle al rayo que lo ha herido
y que en la tierra espera que vuelva su alegría.
Y ¿para qué sirve el amor? Para que nos susurren sus poemas al oído.
Dame, dame la noche del desnudo
para hundir mi mejilla en ese valle,
para que el corazón no salte, y calle:
hazme entregado, reposado y mudo.
Dame, dame la aurora, rompe el nudo
con que ligué mis rosas a tu talle,
para que el corazón salte y estalle:
hazme violento, bullidor y rudo.
Dame, dame la siesta de tu boca,
dame la tarde de tu piel, tu pelo:
sé lecho, sé volcán, sé desvarío.
Que toda plenitud me sepa a poca,
como a la estrella es poco todo el cielo,
como la mar es poca para el río.
Silencio abismante, más nada

Podéis encontrar más información sobre la obra de Ignacio Llamas en su página web http://www.ignaciollamas.com/
Cerró la puerta de la casa tras haber entrado las maletas. Ese bendito silencio que siempre la había acogido como contrapunto perfecto para la algarabía de su vida se convirtió entonces en un silencio que la ahoga. ¡Cómo se echa de menos el sonido de unas voces!
«Estoy abajo», se lee en el móvil. Y abajo va en busca de una cerveza y de las risas que llenen esta calma vacía.
Nota: El título está tomado del segundo verso de un poema que podéis encontrar aquí.
O verán de 2012
E resulta que non sei moi ben por que espertei. Co ben que estaba a durmir. E desvelei. Podía ter dado media volta e tentar seguir durmindo pero non. Andarei insomne, quizais.
Ou quizais que o Outono leva día e medio xa facendo notar que chegou con forza. Darme de conta de que setembro está a acabar, de que este ano o reconto dos momentos do verán poden limitarse a un verbo: traballar. De que este ano non houbo festas, risos, bocas que bicar, nin ceas mil nin cafés, nin praia, nin paseos. Que pasou así, nun chiscar de ollos, como se anda a pasar a vida.
Mentres tomo esta infusión relaxante que axude ó meu corpo para volver durmir, sei que nada do anterior é mentira e que todo, ó tempo, é falso. E pregúntome onde anda todo ese optimismo que din que son. Xa llo dixen ós meus xefes: ándovos media alicaída, eh. Porque neste verán houbo moito traballo, si, e anda que iso é motivo de queixa agora. Porque non houbo praia porque non quixen. E porque este verán todo rondou o teu nome e o teu corpo. Non houbo máis bocas que bicar que a túa e chega de abondo, porque ningunha máis é necesaria. Houbo, neste verán, moito amor, e moita amizade. Moitos abrazos e moitos agarimos. Como podo esquecer todos eses kilómetros só para ver ás miñas mulleres? Houbo concertos e moita música. E houbo moitos risos a conta miña: moitas boas noticias, moitas sorpresas, moitos almorzos, moitas ilusións neses ventres que van crecendo. E houbo despedidas para sempre. Como podo pensar que no verán que rematou hai dous días non houbo nada que contar?
Cando ti es o máis importante que contar.
O verán de 2012 comezou cunha promesa. O outono comeza co meu compromiso reflectido en flores. Como podo dicir, entón, que este foi un verán no que non houbo acontecementos dignos de sinalar?
No camiño hai un pálpito que medra silencioso

Amencer do 14 de agosto de 2012. Fotografía de Gustavo Marco, que sempre me agasalla cousas tan fermosas.
Baixou do automóbil e pechou a porta. El quedaba dentro, preparado para volver poñer en marcha o coche. Sen ela. Rematou a viaxe que comezaran o agosto aquel, sen ter pagado máis das contas que botaran.
Ou quizais foi algo máis caro para el, que seica non sumou ben as peaxes polas que tiña que pasar.
Baixou do coche, dicía, e pediulle que fixese a modo o camiño de volta á normalidade; que a fose chamando, que a avisase cando chegase a casa. Subiu ó piso e desfixo a maleta. Gardou todo con coidado no caixón dos recordos ben queridos e preparou a correr unha nova maleta, con nova roupa, con novas chaves, cun corazón preparado de novo para novas paisaxes.
Albiscaba un novo día e a entrada agardaban no buggie co motor en marcha. Meteu a maleta no maleteiro e susurrou: «arrinca, amor, marchamos».
Nota: O título forma parte duns versos do poema «En dirección ao norte», de Miguel Anxo Fernán-Vello:
No camiño hai un pálpito que medra silencioso
no pozo que sentimos como unha flor de neve
aberta lentamente no corpo.
Tus ojos son mi faro
Han quedado en que él pase a recogerla para una excursión esta noche. Así que ella baja corriendo las escaleras con los zapatos en la mano y la cesta de picnic en otra en cuanto la bocina del buggy suena en la calle. Sólo él conoce el destino y el trayecto fijado, y ella se acomoda en el asiento dejándose llevar.
Suena música en el coche, beben vino, se leen poemas, escuchan los sonidos apagados de la noche en el bosque. Y vuelven a arrancar motores para conducir horas y horas, yendo y viniendo, esperándose uno al otro en el portal para subir en el coche del otro y comenzar una nueva excursión. Así es su viaje: un calendario de citas todas las noches, de charla encadenada sin fin, de cuentas atrás en fotogramas de películas.
«¿Nos vamos de picnic esta noche?»
Yo, que les observo desde el principio, he dejado de preguntarme por el destino final de este viaje. No me preocupo ya porque ella vaya descalza y las agujas de los pinos se le claven en los pies. Ni que él lleve el corazón al descubierto sin temor a que le sea arrancado. Porque sé, me lo ha contado ella, que él le envía el sol todas las mañanas. Y sé también que ella no necesita faros ni luces que la guien, pero que le susurra al oído cada vez que puede, porque así quiere que sea, que «tus ojos son mi faro».
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