Posts tagged ‘beso’

Escribir de repente mientras observo su rostro.

blog_couple-cute-love-retro-vintage-

Y estoy aquí sentada enfrente de él, le miro y me pregunto ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
La respuesta la conocemos ambos, claro.
Pero tampoco interesa tanto. Lo único que importa es que estamos los dos aquí.

10 marzo 2015 at 18:29 Deja un comentario

Tus ojos son mi faro

Han quedado en que él pase a recogerla para una excursión esta noche. Así que ella baja corriendo las escaleras con los zapatos en la mano y la cesta de picnic en otra en cuanto la bocina del buggy suena en la calle. Sólo él conoce el destino y el trayecto fijado, y ella se acomoda en el asiento dejándose llevar.

Suena música en el coche, beben vino, se leen poemas, escuchan los sonidos apagados de la noche en el bosque. Y vuelven a arrancar motores para conducir horas y horas, yendo y viniendo, esperándose uno al otro en el portal para subir en el coche del otro y comenzar una nueva excursión. Así es su viaje: un calendario de citas todas las noches, de charla encadenada sin fin, de cuentas atrás en fotogramas de películas.

«¿Nos vamos de picnic esta noche?»

Yo, que les observo desde el principio, he dejado de preguntarme por el destino final de este viaje. No me preocupo ya porque ella vaya descalza y las agujas de los pinos se le claven en los pies. Ni que él lleve el corazón al descubierto sin temor a que le sea arrancado. Porque sé, me lo ha contado ella, que él le envía el sol todas las mañanas. Y sé también que ella no necesita faros ni luces que la guien, pero que le susurra al oído cada vez que puede, porque así quiere que sea, que «tus ojos son mi faro».

22 julio 2012 at 23:25 2 comentarios

Cuando tú no estás, el color se apaga en mi vida´.

Imagen extraída de misteejay.blogspot.com

“Las hermanas se interponen entre tú y las crueles circunstancias de la vida.” Nancy Mitford

Sólo he tenido un amor que haya nacido al primer golpe de vista y que me durará para siempre. Aunque dejen de quererme.

Un amor que circula por mis venas, pero no importa que tenga que ver con la sangre; que empapa mi cerebro, revuelve mis sentidos, altera mis percepciones y estimula mis emociones. Que me deja sin aliento si me besa, aunque sin aliento vivo sin sus besos. Ese amor del que necesito sus abrazos, oler su cabello, tocar su cuerpo. Con el que no contengo las caricias y permito que mis sentidos revoloteen por sus sentidos.

Un amor que comenzó hace casi veinticinco años, con el primer beso en la frente, si bien fue soñado, y anhelado, y deseado toda mi vida. Que fue fuerte desde la primera vez que mis dedos recorrieron su mejilla, pero fortificó con las canciones, con los arrullos y las noches sin dormir escuchando su respiración. Con los «tequieromivida», «tequierotequierotequiero» susurrados en nanas.

Aún hoy me despierto en medio de la noche para escucharla respirar.


P.S: El título es una cita de Virgina Woolf: «No te imaginas cuánto dependo de ti, hermana. Cuando tú no estás, el color se apaga en mi vida».

15 julio 2011 at 14:45 1 comentario

Los mejores momentos de la vida.

Fotografía de Javier Lesta.

Hay algunos, la mayoría me parece, que opinan que los mejores momentos de la vida son los grandes acontecimientos. El día de la boda, o el de la graduación; cuando nos compramos nuestro primer coche; el nacimiento de un hijo, claro;  quizás, el momento de la firma del divorcio; o cuando comenzamos en un nuevo trabajo. O el día que España ganó el Mundial, tal vez.

Para mí, no. Para mí, los mejores momentos de la vida son los pequeños momentos. Los inesperados. Los que no se han planeado. Bailar bajo un limonero a la una de la mañana, por ejemplo. Una sangría de cava por la que discutimos si sabe o no a cava. Un mensaje de texto que pregunta si he llegado bien a casa. Una llamada que invita a un mercadillo que luego se convierte en una comida de horas y charla y risas. Que me presenten a alguien y que parezca que nos conocemos de siempre. Ver su fotografía y sonreír de verdad por fin. Hablar horas y horas por teléfono y reírnos a carcajadas porque se cuelga a cada momento. Un tequiero y un beso en la mejilla. La visita de un amigo para rescatarnos del trabajo y tomarnos un café.

O, ¿por qué no?, las charlas nocturnas con los amigos. Las cosas de una niña de tres años. Que me duelan los carrillos de tanto reír. Un piropo a media mañana. Una fiesta sorpresa. Un abrazo sincero o una caricia.

Ayer por la tarde,  el gesto de una desconocida trajo a mi memoria a alguien a quien ya nunca se lo veré hacer. Su evocación me llegó de golpe y paralizó mi cuerpo, en el sentido estricto del verbo. No me recuerda, de cualquier manera, su imagen la fugacidad o brevedad de la vida, sino más bien su fragilidad, ese fino hilo que nos une a ella y que se corta en el momento menos pensado, inesperadamente. Y sé, firmemente, que serán mis pequeños momentos los que me calentarán cuando tenga el alma fría. Porque son los mejores momentos de mi vida.

8 julio 2011 at 13:49 3 comentarios

Los amigos de verdad.

Fotografía tomada de es.123rf.com. Fotógrafo: Renewer

Alguien me dijo un día que él solamente tenía cinco amigos de verdad. Los contó con los dedos de una mano. Y me preguntó cuántos tenía yo. Así que comencé a citarlas, a mis amigas de verdad. Interrumpió el conteo con esta pregunta: «Pero, ¿de verdad? ¿de los que siempre estarán ahí? ¿de los que estarán cuando los necesites?».

Y paré de contar. Dudé de si quienes estaba nombrando eran mis amigas de verdad.

Durante semanas le di vueltas a esta pregunta. Pensé, recordé, me pregunté. Le envidié. Les envidié y les espié a cada paso que daban como queriendo mostrarme que sólo ellos eran amigos de verdad.

Hasta que tú regresaste de tu destino, en la otra punta del país. Nos tomaste de las manos mientras hablábamos. Escuchaste nuestras penas, nuestras dudas o nuestras incertidumbres.  Consolaste nuestros corazones al tiempo que nosotras acunábamos el tuyo con nuestro aliento. Esta vez no lloramos e hicimos planes para vernos en tu nueva ciudad, para estar juntas dejando las tristezas de lado por unos momentos. Encontraste unas horas en tu difícil cotidianidad para abrazarnos, aunque sabías que te esperaríamos en el portal de tu casa hasta que pudieses salir, sólo para darte un beso. Regresaste tú y las dos soplastéis las arenillas que cegaban mis ojos. Recordamos momentos no tan lejanos en el tiempo y volví a citar nombres. Y en cada uno de ellos, de aquellos que había comenzado a contar en aquella charla hace un tiempo, volví a ver de forma clara a los amigos de verdad.

Las tres, tan distintas en tantas cosas importantes, somos iguales en nuestra esencia. Porque las tres estamos unidas por nuestros tobillos gracias a la magia de aquella cadena. Para siempre, estoy segura de ello.

P.S: Y en días como estos, también te dedico esta entrada a ti porque hace un año me sujetaste de la mano y  me ayudaste a bajar de la montaña rusa en la que me había subido y de la que no sabía cómo bajar. Soportaste mis llantos, mis dudas y mis inseguridades con esa paciencia que siempre has demostrado conmigo. Ojalá sigamos teniendo ambos la capacidad de reír incluso cuando la tristeza parece que se va comiendo nuestras almas. Muchos besos.

20 mayo 2011 at 15:54 Deja un comentario

Tu noche y la mía.

Recorrí carreteras desconocidas para llegar a ti. Kilómetro tras kilómetro sólo para compartir momentos que no volverán a repetirse, aunque siempre sean iguales. Por ti dejé de lado temores y desconciertos, miedos y temblores. Subí montañas y eché abajo mis defensas, sólo para descubrir que tenía que escalar tus muros y saltar tus barreras.

Y por ti destruí mis esquemas, alteré mis planes, revolví mi existencia, me asombré de las vueltas y espirales de la vida. Hice preparativos con antelación o todo surgió de repente; y con un beso perturbamos nuestros caminos. Creí amarte o te deseé simplemente, pero espero que sepas que, pese a todo, siempre te quise. Jugamos a ser más que lo que podríamos haber sido, y nos quemamos. O nos enfríamos. Te confundí o no conseguí entenderte. Pero nunca hemos dudado al tocarnos.

Y, hayan sido varias o una sola las noches que compartí contigo, de lo que nunca tendré dudas es de que siempre será aquella noche la tuya y la mía.

6 abril 2011 at 17:59 1 comentario

Vaya semanita: sólo querría dormir siete días seguidos

beso-bella-durmiente1

Hay semanas en las que estaría bien convertirse en Bella Durmiente, tumbarse en cama y esperar cien años a que el Príncipe Azul venga a besarte y así despertar de tu lindo sueño. En cien años, habrán pasado tantas cosas que todo estará ya solucionado; y lo que no lo esté, será porque no tenía solución y por tanto, tampoco valía la pena preocuparse, así que al menos nos habremos evitado los agobios.

Hay semanas en las que parece que todo le ocurre a una, en las que un día detrás del otro se suceden los infortunios, los pequeños problemas, las calamidades… Hay semanas en las que más habría valido que no hubiese llegado el lunes. Semanas como esta, en la que:

  1. tengo una reunión de trabajo en Madrid el martes, así que me despierto a las 5:00 am para coger un avión a las 7:00 para llegar a una reunión que empieza a las 10:00; me voy de esa reunión a las 18:30 para subirme a un avión a las 21:00 para llegar a mi casa a las 23:00;
  2. y para aparcar en el aeropuerto, que está en obras (¿hay en este momento algún aeropuerto que no tenga en obras el aparcamiento?), hay que dejar el coche a tropecientos metros; como no me doy cuenta de esto, tengo que dar la vuelta a toda la obra del Escorial, darle luces a uno que ha decidido desembarcar todas las maletas y la familia en medio de la salida, bajar a toda caña al aparcamiento, y volver a subir caminando hasta la terminal con mis taconcitos de varios centímetros y mis pantaloncitos ajustados que no me permiten mucha movilidad, que digamos;
  3. y además me tengo que descalzar en el control de entrada porque mis botas han decidido pitar; menos mal que aquí tienen patucos de plástico para no andar descalza; me guardaré un par para el aeropuerto de Barajas, porque si aquí pito, allí ni te cuento…, y no son tan amables de darme estos patucos de plástico;
  4. y efectivamente, en el control de entrada de la terminal 2 el amable guardia civil me recomienda, cuando comento que me pitaron las botas a la ida, que me las quite; vaya, como se nota que no hay gente: hoy me han ofrecido unos patucos de plástico;
  5. y cuando llego a casa, y empiezo a quitarme la ropa para darme una ducha superrelajante y meterme en cama, porque al día siguiente hay que levantarse temprano para ir a trabajar, suenan ruidos dentro del piso; demonios, ¿alguien ha entrado por el balcón?; y yo en bragas; suena el timbre: mi vecina de abajo, que viene a decirme ¡qué maja! que no tenemos agua; los pasos que se oían dentro de mi piso eran en realidad los suyos por el pasillo;  de paso me cuenta todos los problemas que han tenido para solucionar este asuntillo que traerá cola toda la semana; y yo mientras tanto, en bragas;
  6. y obviamente, no he podido ducharme, ni lavarme el pelo, así que voy a trabajar al día siguiente a) con el pelo recogido (nunca jamás creo que me haya visto nadie con el pelo recogido), b) sin ser persona, porque si después del ajetreo avionil de ayer no he podido ducharme para relajar mis músculos y mi cuerpo, no soy persona, c) con muy mala leche, d) y además está lloviendo;
  7. el miércoles me dejo abierta la portezuela del mueble de la cocina que oculta el microondas, y me doy un golpe con la frente cuando me dirijo a la nevera a buscar algo; «golpe» es una palabra suave; mecagoenla…, menuda ostia m’he pegao; tanto, que he arrancado de cuajo la parte inferior de la puerta del mueble; menudo agujero ha quedado; este tornillo no encaja ya ni dándole martillazos; ahora cada dos días atornillo de nuevo la puerta, porque como digo, ni a martillazos se queda encajado el tornillo que salió disparado;
  8. el chichón, rojo y hermoso, con tintes de herida de guerra, me durará casi diez días, ahí en la frente, bien marcado;
  9. una de mis compañeras de trabajo está de baja; ¿a quién le toca hacer el curro de las dos?; lo que supone, claro, más horas;
  10. se nos acumulan las cajas en el almacén y la oficina;
  11. y ¿qué sucede cuando me tomo unas horas libres para compensar las que hago de más?; en primer lugar, que el sistema informático se descompensa y se pone a hacer bonificaciones por compra de manera automática; en segundo lugar, que ponen una hoja de reclamaciones (en fin, tiene dos trabajos: uno, llevarla a Consumo; dos, volver de Consumo tal y como había ido); en tercer lugar, que no se permite la entrega de mercancía importante porque llegan después de la hora de entrega y, tras chantajes tipo que se está jugando con el trabajo de los demás, se amenaza con «ya veremos si la entregamos»; en cuarto, que me ponen una multiconferencia precisamente para cuando no debería estar; en quinto…;
  12. he cumplido un año más; y me he inflado a tartas de chocolate y pasteles;
  13. rompo una lentilla; así que hay que hacerse otras; esto tiene un lado bueno, así aprovecho para cambiarlas de una vez y revisarme la graduación; lo malo es que realmente me ha cambiado tanto que me doy cuenta de que no veo un burro a cuatro pasos con las gafas; así que también tengo que cambiarme las gafas;
  14. lo del agua resulta ser un problema serio que hay que solucionar antes de diez días, o si no nos cortan el agua a todo el edificio; ¿por qué siempre tenemos que pagar justos por pecadores?; si yo sólo quiero ducharme para ir limpita a trabajar, y lavar la ropita…; si yo gasto poquito;
  15. me hicieron daño los zapatos y creo que tengo un juanete;
  16. Dios mío, ¿cómo es posible que tenga esos pelos en el bigote, si me depilé la semana pasada?;
  17. la mermelada de fresa me salió líquida; gelatina de fresa más bien.

Pero al menos no se me ha roto ningún tacón de los zapatos, ni los pantalones, ni me he quedado sin gasolina, ni he rayado el coche por ningún sitio al menos que yo tenga conocimiento; las veces que el teléfono móvil se ha quedado sin batería no hubo llamadas importantes; aunque hubo que tirar la mayor parte de las hojas de la lechuga que tenía en la nevera, pude hacerme ensalada para comer cuando lo tenía planeado;

Yo sólo quiero tumbarme en el sofá, taparme con la manta y no levantarme hasta que pase esta semana.

1 mayo 2009 at 17:49 7 comentarios


El contenido de este blog es ficticio. O no, en algunos casos. Sea como fuere, leedlo como lo que es: un entretenimiento para mí y para vosotros. Gracias.
Licencia Creative Commons
Tareas de la cotidianidad por Anabel Bugarín (Kaia) se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en listasdetareas.wordpress.com.

Cuánto te hemos contado.

Nos han visitado

  • 83.087 hits
Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo (Vicente Huidobro)
Rosa Regás, "Música de cámara", Ed. Seix Barral

Instagram

No se encontró ninguna imagen en Instagram.


A %d blogueros les gusta esto: