Posts tagged ‘café’
As premonicións, segundo o lin en «Herba moura»
Non tedes momentos deses nos que vos parece saber ou estar seguros do que vai acontecer? Que vai ser bo, ou que vai ser malo, pero que sabedes o que vai pasar. A min si me pasa.
O caso é que en Herba moura, de Teresa Moure, se atopa este texto que casa moi ben co que vos diría se me pusese a falar das premonicións esas de cando unha sabe con certeza o que lle vai pasar. Como Teresa Moure o di mellor ca min, mellor cito as súas palabras:
Hai momentos na vida en que as persoas senten, dun xeito evidente, que algo importante vai acontecerlles. (…) Alguén debería estudiar a química dunha tal sensación para podérmola eludir ou controlar chegado o caso. Aínda que teño para min que o máis probable é que as culpables sexan as hormonas. (…) O asunto é que tamén podería tratarse da humidade ambiental, ou da temperatura, ou podería tratarse da conxunción de planetas no universo, ou da vontade divina, ou de Fortuna, que é caprichosa, ou das ondas que saen da aura que cada un irradia, ou vaia vostede saber de que, mais por unha estraña alianza de forzas ocultas ou evidentes, suxeitas ou non á gravitación universal, hai momentos na vida en que todos sentimos que algo importante vai acontecernos. Que se cheira no ambiente a sensación. Hai un aroma a vainilla, a canela, a terra mollada, a café acabado de facer, a po voando nunha raiola de sol, a castaña asada, a can mimoso, a mexo de bebé, a té de pétalos de rosa, a pel dos brazos en día de calor, a folla de libro vello; un aroma (…) ben característico, que non se asemella a ningunha outra cousa. E quen ten a sensación de que algo importante vai pasar na súa vida anda cun sorriso premonitorio, o pelo ben botado sobre a cara, a inseguridade da adolescencia nas mans e o andar con pés de manteiga (…) E, por suposto, sempre hai persoas lerdas e pailanas, pesimistas, amoucadas, abatidas, pechadas dentro de si, que cren en todo momento que a vida que (…) habitan cada día é un edificio construído que vai permanecer sen cambios ata o día mesmo da morte. Inconscientes! Ignorantes! (…) Esquecen que a constrúen cada momento e que en cada momento poñen as pedras coas que se levanta a parede. Unha mirada intensa a un estraño, unha carta que nunca chegou ao seu destino, un accidente inesperado, un microbio invisible, unha idea fugaz pasando pola cabeza poden estragalo todo, absolutamente todo.»
Ou, ás veces, unha idea fugaz pode dar comezo a todo. Absolutamente todo.
P.S: O texto citado podedes atopalo en Herba moura, de Teresa Moure, publicado por Xerais, pp. 219-221. En castelán foi publicado por Ed. Lumen e está descatalogado.
O verán de 2012
E resulta que non sei moi ben por que espertei. Co ben que estaba a durmir. E desvelei. Podía ter dado media volta e tentar seguir durmindo pero non. Andarei insomne, quizais.
Ou quizais que o Outono leva día e medio xa facendo notar que chegou con forza. Darme de conta de que setembro está a acabar, de que este ano o reconto dos momentos do verán poden limitarse a un verbo: traballar. De que este ano non houbo festas, risos, bocas que bicar, nin ceas mil nin cafés, nin praia, nin paseos. Que pasou así, nun chiscar de ollos, como se anda a pasar a vida.
Mentres tomo esta infusión relaxante que axude ó meu corpo para volver durmir, sei que nada do anterior é mentira e que todo, ó tempo, é falso. E pregúntome onde anda todo ese optimismo que din que son. Xa llo dixen ós meus xefes: ándovos media alicaída, eh. Porque neste verán houbo moito traballo, si, e anda que iso é motivo de queixa agora. Porque non houbo praia porque non quixen. E porque este verán todo rondou o teu nome e o teu corpo. Non houbo máis bocas que bicar que a túa e chega de abondo, porque ningunha máis é necesaria. Houbo, neste verán, moito amor, e moita amizade. Moitos abrazos e moitos agarimos. Como podo esquecer todos eses kilómetros só para ver ás miñas mulleres? Houbo concertos e moita música. E houbo moitos risos a conta miña: moitas boas noticias, moitas sorpresas, moitos almorzos, moitas ilusións neses ventres que van crecendo. E houbo despedidas para sempre. Como podo pensar que no verán que rematou hai dous días non houbo nada que contar?
Cando ti es o máis importante que contar.
O verán de 2012 comezou cunha promesa. O outono comeza co meu compromiso reflectido en flores. Como podo dicir, entón, que este foi un verán no que non houbo acontecementos dignos de sinalar?
Queridos Reyes Magos:
Queridos Reyes Magos:
Os aseguro que he sido una chica muy buena este año.
Cuando he tenido que serlo.
Sé que también he sido mala. Pero que muy mala.
Pero en serio que me he portado bien. He ayudado a recoger la mesa, he hecho los deberes puntualmente, los que me ha pedido el Gobierno y los que me han puesto en el «cole»; he obedecido a mi madre siempre que me ha pedido que sea feliz, he hecho las paces con la dolorosa década que nos ha costado vivir, he querido y he dejado que me quieran, he ido al gimnasio, he ido al médico cuando correspondía, he intentado hacer dieta, he intentado ser generosa con los otros, y he realizado una buena acción como mínimo al día. Y, ah, no sé si he cumplido con todas las Obras de Misericordia, pero misericordia he tenido bastante con algunos miembros de la Iglesia.
Por eso, pido, como dice la canción, un ratito de alivio, que mi cuerpo nunca pase frío, hacer noche en su ombligo. Pido más abrazos y seguir abrazando por mi parte. Pido que aquellos a quienes quiero, y aquellos a quienes ellos quieren, no falten el año que viene, que las ausencias sean menos si tiene que haberlas; pido la serenidad necesaria para sobrellevarlas.
Pido tranquilidad y sosiego, moderación y silencio. Pero pido también carcajadas y música, gritos de felicidad y bullicio. Pido compartir más momentos viajando, y más viajes de primas. Pido que el cuentakilómetros de mi coche ruede y ruede, y que vaya a donde vaya tenga unos brazos que me acojan y unos labios que me besen. Pido tener siempre tiempo para tomarme un café y para contestar un mensaje y para enviar un correo.
Pido que me concedáis la sabiduría que me permita advertir cuándo he de dar consejos, y cuándo simplemente he de estar cercana.
Pido que Facebook no implante ya más cambios en los perfiles.
Pido que la soledad sea elegida, que el ayuno se produzca sólo por motivos religiosos y no económicos, que la educación de calidad sea un derecho y un deber para todos, que el respeto no se pierda, que los buenos modales sean una constante, que la solidaridad deje de ser una utopía, que mis manos sirvan para consolar y acariciar y no para agredir, que las palabras no hagan daño, que las heridas comiencen a cerrarse.
Pido que a Silvermist le regaléis salud, sabiduría y que le toque la lotería de El Niño. Y ya puestas a pedir, a mí también, si no es mucha molestia. Pido que, ya que no podemos estar en el rellano de Iridessa para que se tome el café y el aperitivo con sus amigas, hagáis posible que los encuentros sean menos esporádicos y más constantes. Y como Campanilla, yo deseo que, al menos, sean más habituales y que, si nos perdemos una noche de charla, sea siempre por un motivo agradable. Fawn no me ha contado qué pide, pero supongo que algo parecido.
Pido sorpresas, pido ilusiones; pido saber superar los disgustos y entender las lágrimas. Pido Amor en todas sus versiones. Pido leer, pido escuchar, pido oir, pido mirar y pido ver.
Pido, queridos Reyes Magos, que hagáis magia.
P.S: Pido también un bote grande de vaselina, para que las medidas de ajuste me entren bien. Gracias.
Desde la casa del lago
Para ti, desde la casa del lago.
Conduje hasta la casa del lago, decidida a reflexionar sobre nuestra última conversación. Y me di cuenta de que no cambio ni un ápice de lo que te dije. Ni nada de lo que tú dijiste. Y mientras recorro los cuartos, con una taza de café en la mano, recordando estos cuatro años de palabras y encuentros, voy planeando cómo convertir esta casa en un lugar en el que te sientas seguro y no sientas que corres el peligro de renunciar a tus planes.
Porque la única certeza absoluta que yo tengo es que no tengo certezas absolutas. O que no quiero que te vayas. Sólo esas dos, y son suficientes para crear una burbuja que proteja tus sueños y tus proyectos. Yo no tengo más sueños que dejarme llevar, y no tengo más certidumbre que la de que estos años sólo podían acabar aquí, todavía con distancias temporales y físicas, con caminos paralelos que, en algún momento, conseguiremos que se bifurquen y se crucen.
Recorreré cualquier camino sin dirección alguna predefinida. No me importa dónde me lleve, porque sé que no será mal destino siempre que estés en él. No pienso todavía en el día en que decidamos cerrar esta casa. Llegará, es posible, cuando tus inquietudes sean más fuertes que tus deseos. Cuando esto ocurra, dejaré alzada la palanca del buzón esperando que la bajes pronto con tu próximo mensaje.
P.S: Este blog arrancó un 17 de septiembre. Aniversario de boda de mis padres, además; acabo de caer en la cuenta. Aprovecho esta alegórica entrada para felicitar a tres blogs amigos e inspiradores, que también han cumplido años estos meses. A Anamá, quien animó a Guido; a Guido, pero principalmente a quien se oculta tras él, por darme envidia, y por ser quien da comienzo a todo (incluyo a quien durante un tiempo fue co-autor de sueños; en ocasiones se le echa de menos); y a la Princesa Sigrid, por todo.
Los mejores momentos de la vida.
Hay algunos, la mayoría me parece, que opinan que los mejores momentos de la vida son los grandes acontecimientos. El día de la boda, o el de la graduación; cuando nos compramos nuestro primer coche; el nacimiento de un hijo, claro; quizás, el momento de la firma del divorcio; o cuando comenzamos en un nuevo trabajo. O el día que España ganó el Mundial, tal vez.
Para mí, no. Para mí, los mejores momentos de la vida son los pequeños momentos. Los inesperados. Los que no se han planeado. Bailar bajo un limonero a la una de la mañana, por ejemplo. Una sangría de cava por la que discutimos si sabe o no a cava. Un mensaje de texto que pregunta si he llegado bien a casa. Una llamada que invita a un mercadillo que luego se convierte en una comida de horas y charla y risas. Que me presenten a alguien y que parezca que nos conocemos de siempre. Ver su fotografía y sonreír de verdad por fin. Hablar horas y horas por teléfono y reírnos a carcajadas porque se cuelga a cada momento. Un tequiero y un beso en la mejilla. La visita de un amigo para rescatarnos del trabajo y tomarnos un café.
O, ¿por qué no?, las charlas nocturnas con los amigos. Las cosas de una niña de tres años. Que me duelan los carrillos de tanto reír. Un piropo a media mañana. Una fiesta sorpresa. Un abrazo sincero o una caricia.
Ayer por la tarde, el gesto de una desconocida trajo a mi memoria a alguien a quien ya nunca se lo veré hacer. Su evocación me llegó de golpe y paralizó mi cuerpo, en el sentido estricto del verbo. No me recuerda, de cualquier manera, su imagen la fugacidad o brevedad de la vida, sino más bien su fragilidad, ese fino hilo que nos une a ella y que se corta en el momento menos pensado, inesperadamente. Y sé, firmemente, que serán mis pequeños momentos los que me calentarán cuando tenga el alma fría. Porque son los mejores momentos de mi vida.
Comentarios recientes