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«Roto», un poema de Benjamín Prado
Estoy leyendo Ecuador (Poesía 1986-2001), una antología de la poesía de Benjamín Prado. No escogí leerlo; a veces sucede que las lecturas la escogen a una. Yo iba buscando un libro de poemas en la biblioteca; me di cuenta de que nunca nos agachamos para que la casualidad nos lleve a los de los últimos estantes; lo hice y allí estaba la P, y allí Benjamín Prado. Estiré el brazo y agarré uno cualquiera. Fue este.
Y en este, mientras se cumple un año de la destrucción, del fin de mis días de laboro y del comienzo de una nueva vida en nueva ciudad pero construyendo de nuevo, continuando conmigo y con mi vida, modificando todo de todas maneras (¿se entienden las paradojas?), leo «Roto».
Solo, en medio de todo;
estar tan solo
como es posible,
mientras ellos vienen
muy despacio,
se agrupan,
ponen su campamento,
invaden,
talan,
hunden,
derriban las palabras
una a una,
se reparten mi vida,
poco a poco,
levantan su pared
golpe a golpe.
Después se van (…)
«Yo regreso de todo lo que han roto». Eso hacemos un día y otro, y al siguiente. Ponerme de pie, reunir los fragmentos, dice también el poema, construir todo nuevo, re-construir, y saber que «nunca podrás huír de todo lo que has perdido». Pero tampoco de todo lo que he ganado. Y he ganado más que he perdido.
Y sé que «todo vuelve/otra vez», así que volveré a levantar mi campamento y a esperar luchando a que vuelvan a poner ellos el suyo para romperlo todo otra vez.
P.S: Aunque esta entrada se refiere a mí esta vez, sí, hace un año también un tren se rompió tras un choque. Compostela se rompió con él y con las familias y vidas que se rompieron en aquella curva. Lo que no se rompió, como siempre pasa, fue la vergüenza de quienes toman decisiones equivocadas.
Que toda plenitud me sepa a poca
¿Para qué sirven los premios literarios? Para conocer a poetas como Antonio Carvajal, Premio Nacional de Poesía 2012 por el poemario Un girasol flotante.
Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida
que esta maravillosa libertad de quererte.
Ser libre en este amor más allá de la herida
que la aurora me abrió, que no cierra la muerte.
Porque mi amor no tiene ni horas ni medida,
sino una larga espera para reconocerte
sino una larga noche para volver a verte,
sino un dulce cansancio por la senda escondida.
No tengo sino labios para decir tu nombre;
no tengo sino venas para que tu latido
pueda medir el tiempo sin soledad un día.
Y así voy aceptando mi destino, el de un hombre
que sabe sonreírle al rayo que lo ha herido
y que en la tierra espera que vuelva su alegría.
Y ¿para qué sirve el amor? Para que nos susurren sus poemas al oído.
Dame, dame la noche del desnudo
para hundir mi mejilla en ese valle,
para que el corazón no salte, y calle:
hazme entregado, reposado y mudo.
Dame, dame la aurora, rompe el nudo
con que ligué mis rosas a tu talle,
para que el corazón salte y estalle:
hazme violento, bullidor y rudo.
Dame, dame la siesta de tu boca,
dame la tarde de tu piel, tu pelo:
sé lecho, sé volcán, sé desvarío.
Que toda plenitud me sepa a poca,
como a la estrella es poco todo el cielo,
como la mar es poca para el río.
«Canciones sin música»
Escogió cualquier libro de aquel estante olvidado. Se sentó con las piernas cruzadas en el rincón más cercano al ventanal y lo abrió. Por cualquier página.
Porque te voy a ver tal vez mañana
y porque aún palpita aunque dolido el tiempo
por un instante pacto con mi historia
puedo al fin dar tu rostro a este abandono
poner mi nombre a aquél que desangraste
llamar mi vida a este naufragio
saber que fue todo verdad tu amor
y fue tu desamor verdad del todo
eras tú quien me alzaba de la sombra
y hecha sombra impensable eras tú quien me hería
confieso que te quise salvadora o maligna
mi esplendor o mi muerte eran tu ministerio
y yo te amaba en todos tus poderes
todo lo supe fue ese abismo el que quise
y hoy todavía para mí ya no hay mañana
sino por la violencia con que espero
por mi bien o mi mal volver a verte
una vez más una sola vez más
siempre una sola siempre
una misma vez más.
En ocasiones, alguien describe mejor que una misma cómo se quedó vacía el alma propia, pensó.
P.S: El poema se titula «Canciones sin su música», y es de Tomás Segovia, magnífico poeta, quien murió el 7 de noviembre de 2011. Gracias por los instantes vividos leyéndole.
La primavera
Anna Ajmátova (1915)
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