Posts tagged ‘recuerdos’
Deja que el viento corra coronado de espuma
Nueva entrada en el blog… Hacía tiempo que no me ponía a escribir. Y se nota, se nota.
Continue Reading 13 febrero 2015 at 21:09 AnabelBugarín Deja un comentario
Como agua entre los dedos
In memoriam Dr. J.L. Anibarro Rivas
No hay nada que parezca más obvio que, a medida que vamos creciendo, dejamos atrás la infancia. Parece obvio, digo, porque algunos seguimos manteniendo ilusiones y esperanzas infantiles; las mismas inseguridades aunque escondidas bajo pátinas de cinismo adquirido a base de golpes; y la misma timidez pero matizada por años aprendiendo a esconderla. Incluso se ha recuperado aquella capacidad para demostrar afecto que tienen los niños, sin miedos a ser rechazados y sin falsos pudores; demostraciones afectuosas que asustan a quienes han perdido su alma infantil. Y desde luego, siempre, la misma curiosidad y el mismo interés por aprender.
Pero perdemos definitivamente la infancia cuando aquellos que formaron parte de ella se van. Aquellos que son una imagen perenne en nuestros recuerdos infantiles: aquellos a quienes saludábamos cuando esperábamos el autobús que nos llevaría al colegio; los padres de los amigos de nuestros padres o ellos mismos; los padres de nuestros amigos; nuestros vecinos; el sacerdote de nuestra parroquia; nuestro pediatra; los profesores del colegio; nuestros propios amigos.
Mi infancia se ha escapado hoy como agua entre mis dedos.
Pelicar.
Regresé al lugar donde te conocí sólo con tus recuerdos como imágenes. En todos estos años pasados, casi una década, desde la primera vez que nos vimos, ni una sola vez he mirado las fotografías que nos hicimos juntos. La nostalgia empañaría las hermosas evocaciones de aquel viaje en el que te conocí. Y la nostalgia, querido mío, no es buena compañera.
Así que caminé emocionada hasta el rincón en el que nos habíamos encontrado. Sabía que estarías allí, rodeado de tus amigos. Sabía incluso que te encontraría en la misma postura en la que te conocí. En mis fantasías nunca hubo dudas de que te identificaría en cuanto te viese, así que no sé explicar qué sentí cuando di una, dos y hasta tres vueltas a tu grupo de amigos y no supe decir cuál de ellos eras tú; cuando no fui capaz de reconocerte para decirte que había regresado. En mis sueños tu cabello era más largo y no recordaba que llevases barba. Pero cuando por fin nuestras miradas se cruzaron y nos tocamos todo lo vivido en aquel viaje volvió a mí.
Sigues mostrándote distante al tiempo que pareces triste y ajeno a todo desde la atalaya en la que te has elevado, cargando en tu espalda el peso de tu historia. Pero me has esperado estos años, y seguirás haciéndolo. Por si algún día vuelvo.
El rincón de sueños
No recuerdo lo primero que te dije cuando te conocí. Quizás fuese mi nombre dándote la mano para saludarte. Supongo que lo siguiente fue presentarte a alguno de tus compañeros para que te indicasen cuáles eran tus tareas y te formasen. Lo cierto, corazón, es que no me acuerdo.
Tampoco recuerdo en qué momento aprendí contigo que las normas que una se dicta, las que una jura no romper nunca, se van resquebrajando a medida que el tiempo pasa, y aquello que para todos los demás seguía siendo una regla inquebrantable, contigo ni siquiera fue humo. Nunca tendré como amigo a un compañero del trabajo, juraba, excepto a la otra mitad del pack, aseguraba; y especialmente, nunca tendré como amigo a alguien a quien tenga que dar órdenes, perjuraba. Y mientras lo decía, más mentira era contigo día tras día.
Y, así como, con todo el mundo que me rodea, puedo decir con seguridad cuánto tiempo hace que le conozco, contigo no sé exactamente desde cuándo formas parte de mi rutina diaria. ¿No es extraño?
Mas, pese a no recordar todo esto, sí llevo grabado en mi corazón tu cariño cuando supiste que en mi familia rondaba el dolor, y tu preocupación e interés en informarme de las medidas a tomar. En mi piel, tus besos y abrazos de despedida y de reencuentro. En mi alma, tus consejos y tus bromas, tus palabras de consuelo, tu apoyo siempre. En mi retina, los escasos momentos en que te has mostrado enfadado y molesto; la cena de Navidad en la que jugamos a desnudarte y tu cara de susto; tu rostro siempre. En mi sangre, las largas llamadas para contarnos nuestras cosas, nuestros miedos y dudas, tus abrazos en la distancia tras mis llantos, mis propios consejos y respuestas a tus preguntas; que te hayas convertido en alguien imprescindible y en una de las primeras personas en quien pienso cada día.
Y cuando marco tu número de teléfono, por cierto, no es porque necesariamente quiera contarte algo, aunque siempre tenga algo que contarte.
Hay, desde que nos conocimos, tantos que han pensado que estoy enamorada de ti. No se equivocan, en realidad. Al fin y al cabo, la expresión «estar enamorado» tiene como raíz una palabra, Amor, que engloba tantos significados y matices como sentimientos a los que se refiere. El Amor es afecto y preocupación, cariño, abrazos; echarte en falta cuando me siento mal y cuando estoy bien; querer contarte lo bueno que me pasa; saber que puedo compartir lo malo, y que es decisión mía hacerlo; tener ganas de telefonearte y no sentir dudas en marcar tu número; cogerte de la mano cuando estás triste, pero dejarla libre cuando eres feliz; saber que estaremos ahí si nos necesitamos. Porque yo sé que tú estarás. Espero que tú sepas que yo también.
Comentarios recientes